S. Faustina pequeña aldeana
que a Dios le entregas tu vida
amándole en cuerpo y alma.
Su secretaria Jesús te nombra
para que al mundo le digas
que Dios se hace Misericordia
para la humanidad perdida.
De la oración al diálogo
pasabas continuamente
para que al mundo expresaras
un mensaje permanente.
¿Cómo se lo explicaré, Señor?
¿Cómo expresarles tu amor?
A lo que Jesús replica:
Por mucho que lo ensalzaras
nunca habrá exageración.
Manda pintar mi imagen
como ahora tú me ves.
Y al explicar al pintor
las formas con el pincel
le dice cómo dos rayos
de gran luz salen de Él,
una clara y otra ardiente
que brotan del corazón
como el agua en una fuente.
Santa Faustina pregunta
de los rayos el significado
y el buen Jesús le responde:
agua y sangre del costado;
el color claro es el agua
que justifica a las almas,
el color rojo la sangre
que brota de las entrañas
de esa gran Misericordia
que a la hora de morir
junto al último latido
como rayos quisieron salir.
De un corazón traspasado
abierto por una lanza
brotó mi Misericordia
que a todo hombre alcanza.
Dijo Jesús: “Bienaventurado
aquel que se refugie en Mí,
porque la justa mano de Dios
no le seguirá hasta allí” (I. 130)
María Jesús Alcázar